"LA FALTA DE AUTOCUIDADO"

By Isabel González Bertos

Picture: Jenna Norman

Hace tres años, una amiga vino a casa con su marido y sus dos hijas. Mientras él estaba en el salón con las suyas y mi hijo, hablábamos las dos en la cocina, sobre mi estado emocional. En resumidas cuentas me dijo con sus dos manos, una más alta que la otra, y los puños cerrados, que mi ex estaba arriba y yo abajo. Y que eso era debido a que yo no había asimilado que él ya tenía otra pareja. Esta chica, había ignorado de un plumazo toda la falta de autocuidado que tenía encima desde que nació mi pequeño. Antes de tener a mi hijo, yo había descubierto a través de varios talleres de clown, que eso era lo mío. Que todo el mundo expresivo que yo había hecho siempre por buscar, como la expresión corporal, el dibujo, la guitarra... tenían su encaje ahí, en el clown. Pero fui madre. Así lo quise yo. Y a los seis meses descubrí que el padre de mi hijo tenía otras prioridades. Me separé. Y perdí, el sueño profundo y de calidad, y 5 años después sigo sin recuperarlo, pues las madrugadas son los espacios tranquilos de trabajo que una docente sola tiene para preparar sus clases y corregir. La atención siempre dispersa, y en todas direcciones. No ser capaz de concentrarse en una sola tarea, saltar inconscientemente de una cosa a otra, dejando todo a medias. Todo se olvida rápido, y es difícil recordar. Y perdí, la conciencia corporal. Las preocupaciones constantes para llegar a todo hacen que te olvides hasta de respirar. Sales de casa sin siquiera haber visto tu imagen en el espejo, sin saber ni la ropa que llevas puesta. A veces el bazo te da un pinchazo recordándote que pares la cabeza y te acuerdes de descansar. Los codos, los hombros, la espalda y el cuello están siempre muy tensos. Hacer deporte, ir al fisio, o respirar aliviaría, alivia. Pero hay tanto que hacer, que en la lista suele estar en último lugar. Y perdí pararme a escuchar la herida de la cesárea, vivir pérdidas de orina por no pararse a hacer los famosos ejercicios de Kegel. También en último lugar acordarse del suelo pélvico. Me preguntan, ¿Has curado la violencia obstétrica que sufriste en el parto? Y no sabes cómo explicar que ese dolor, estando en la lista, ya se curará , cuando se pueda. Y perdí el disfrutar de la creatividad. Cuando no me regalo tiempo para actividades donde te imbuyes, como buscar el acorde de una canción, dibujar, escribir, que te renuevan , pierdes esos momentos en los que “se te quitaba to”. Son los que te dan mas que descanso e imposible conseguirlos con las constantes interrupciones de un niño pequeño. Y perdí la noción del tiempo. Cuando no me permito pararme, hacer durante todo el día sin relevo mínimo cuatro tareas simultaneas, y calcular lo que se tarda en hacer algo es para mí ahora mismo imposible. Y perdí la noción de las dimensiones de mi cuerpo, no se si estoy gorda o delgada. No consigo reconocerme en el espejo, ni como era, ni como soy ahora. Y perdí mi tiempo para que mis pensamientos y mis ideas crezcan con buenas lecturas, buenas películas, buenas series, y espectáculos.

La falta de no cuidarme, me entristece, me pone seria, de desconecta de mi. Y la dificultad de encontrar esos espacios de autocuidado provocan tanta ansiedad y estrés que cuando encuentras ese hueco, hay tantas cosas que podría hacer por mi, y tan olvidada la conciencia de cómo se hacía, que el tiempo pasa y es difícil aprovecharlo justo en lo que en ese momento tu cuerpo necesita. La falta de autocuidado me ha vuelto sorda a mi. Y perdí, mi sueño de ser clown. Bueno, ese no lo he perdido. Solo lo he pospuesto a que mi cuerpo esté de nuevo dispuesto a ello. Cuando pueda autocuidarme. Lo que intento no perder al menos, es la conexión con la gente, con amigos y amigas, familiares, otras madres solas, con esa tribu, que apoya y sostiene.

Isabel González- mujer madre invitada. Muchas gracias por tu generosidad.